Tenía que reinvertir el dinero de un certificado de depósito vencido, y por supuesto quería mostrarme una inversionista realista y práctica. Asi fui al banco a ver a Karim, porque según el diploma colgado en su despacho, y pese a su juventud, Karim es experto consejero financiero.
En el banco había mucha gente haciendo cola delante de la única taquilla abierta, (hablando de colas, aun había un perro, y me pregunté ociosamente si ese perró iba a sacar dinero, hacer un depósito, o pagar sus cuentas.) En el despacho de Karim, fui al grano y le dije bruscamente, “Quiero el mejor rendimiento posible por mi dinero.”
“¡Ay!”, gemió Karim. “No tan fuerte, por favor. Pasé un día muy malo, trabajando como un demonio.” De verdad, estaba pálido y tenía ojeras; cuando añadió que le dolía la cabeza y tenía la boca seca, no podía menos de compadecerlo. Pues me confió que buscaba una novia y se quejó de que principalmente viniaran a su despacho clientes mayores. Ahora tenía tanta vergüenza pertenecer al grupo que impedía a Karim de encontrarse con muchachas núbiles que le pregunté en que podría ayudarlo, dispuesta a todo, o casi todo. Por esa razón firmé sin vacilar el certificado de depósito que me entregó.
De pronto Karim se veía mejor. “Ahoro tengo el tiempo echar una siestacita antes de ir de juergas con mis amigos,” dijo. De repente sospeché que su estado físico no era debido al trabajo, sino a otras juergas durante la noche anterior.
La inversionista realista y práctica estaba para salir del banco cuando se dio cuenta que no tenía ningún idea de cual tipo de interés iba a ganar a cambio de su dinero, y que Karim le había dado gato por liebre.
A propósito de animales, el perro todavía esparaba su turno, y a juzgar por su aspecto afligido, tenía que hacer sus necesidades. Le pide que fuera a hacer su depósito en el despacho de Karim, porque me había contado una cagada, y ¡Donde las dan las toman!