Acaba de volver mi hijo de la ciudad de Québec, donde asistía a una conferencia sobre la publicidad en las escuelas. (Está en contra a ella).
La víspera de su regreso (sus colegas ya habían salido), tras errar unas horas por las calles, se encontró transado por el frío, y decidió pasar la tarde en su habitación en el hotel, leyendo y mirando televisión. Como no había servicio de habitación en ese hotel lamentable, compró en una pequña tienda dos o tres kilos de bocadillos, bastantes para no fallecer de inanición.
De esta provisión, trajó a casa una botella de miel y una lata de jarabe de arce. Trajó tambíen una bolsa de trozos de algo misterioso, y me desafió a adivinar lo que era. A juzcar por la forma, el color, y los huecos adentro, me parecían trozos de queso de Gruyere. Eso lo había pensado él al principio, pero se dio cuenta en seguida que los huecos eran demasiado uniformes y redondos para ser queso de Gruyere. ¿Y de qué se trataba ? Pues se trataba de recortes, recortes de hostias preparadas para los comulgantes en la misa.
Sé que es absurdo, y que los trozos sólo eran harina y agua, pero no pude probarlos, porque sentía una especie de tabú que no podía superar. Ni siquiera abrí la bolsa. Metí los recortes en un paquete que estaba al punto de enviar a mi hija, diciéndome que si ella tampoco quiere comerlos, puede darlos a su perro Oscar que no está afligido de tabúes, y comerá cualquier cosa.
Les hosties sont devenues des “hôtes” en boutures , les communiants “des communicants” ! Je me marre !!!!
Et toi, tu avais un solide appêtit féroce : 2 ou3 kilos de sandwichs pour un après-midi !
Il valait mieux t’avoir en photo qu’à table ! lol