Como mi padre trabajaba en una compañía constructora , se mudaba muy a menudo, y mi madre, mi hermana, yo solíamos seguirlo a todas partes. Antes de cumplir siete años, había vivido en un criadero de zorros, en un campamento en un bosque, y aun en un orfelinato.
Con respecto al criadero, que estaba en la isla Prince Edward, lo que se destaca en mi mente es el día que acompañamos al criador cuando daba de comer a los zorros. Al oír sus ladridos agudísimos y al verlos haciendo trizas de la carne sanguinolenta, se me erizaron los cabellos.
Cuando dejamos la isla, fuimos a vivir en una carpa en el norte de Ontario. Allá no debíamos apartarnos a solas del campo, por miedo a los osos. Una mañana se veían las huellas de un oso que había rondado el campo por la noche, en busca de comestibles, y se inquietaba mucho mi madre por nuestra seguridad.
Al llegar el otoño, decidió mi madre que más valdría enviar a sus hijas a la escuela. La única solución era ponernos como pensionistas en un orfelinato francés en el pueblo más cercano, y allá nos dejó con una caja de dulces de azúcar par consolarnos. Pero cuando salió mi madre, las monjas confiscaron los dulces.
En efecto, cuando se fue mi madre, las monjas, con una sóla excepción, volvieron más malas que la quina. Como no eramos huérfanas, mi hermana y yo, no aguantábamos los mismos malos tratos que las otras chicas – por ejemplo, las bofetadas frecuentes. Recuerdo que un día, cuando me negué a comer mi avena, una monja obligó a otra chica, pese a sus lágrimas, a comerlas, además de su propria ración. Aunque no había previsto la consecuencia de mi acción, todavía me remuerda la conciencia.
Pues pasó un dentista del ministerio de la sanidad pública, y arrancó unos dientes a mi hermana, que se puso a sangrar tanto que debía guardar cama en la enfermería. Cuando mi madre descubrió eso (por una amiga suya que nos había visitado) se puso tan furiosa como una osa protegiendo a sus cachorros, y nos liberó en seguida.
Volví al campamento convencida que encontrar en mi camino osos, zorros, lobos (o aun tigres y leones) era preferible a pasar un día más en ese orfelinato.