Hoy en día está de moda entre hombres, en Francia, emplear su propio cuchillo, o navaja, en restaurantes. No sé el porqué de eso; debe ser un truco macho.
Así, en un restaurante en París, dos hombres sentados en la mesa de al lado cortaban, cada uno con su navaja personal (de la marca Laguiole), su bistec enorme.
A propósito, en ese restaurante todas las porciones eran tan copiosas que no había podido comer ni la mitad del plato fuerte y el camarero, al llevarlo, me había dicho que el cocinero estariá muy descontento. Aunque hablaba en broma, sé por experiencias que los cocineros a veces son muy excitables, y me dio un susto cuando vi al cocinero él mismo irrumpir en el comedor, con un cuchillo en la mano. Me pregunté si estaba tan furioso conmigo que iba a darme de puñaladas, y sólo me calmé al darme cuenta que lo que quería era hablar de cuchillos con los hombres arriba. Además, hablaba muy fuerte y agitaba su cuchillo como si hiciera esgrima.
Después del plato dulce – y la cuenta menos dulce – mi hijo y yo fuimos tambaleando a la calle donde estaba a punto de ponerme una bufanda cuando el cocinero salió corriendo del restaurante, con los brazos extendidos. Como no tenía un cuchillo, esa vez me pregunté si iba a estrangularme (quizás con mi propria bufanda) porque había dejado en el plato buena parte del postre. Pues me agarró el brazo y me dio – un besamano.
Camino al hotel (andando como patos alimentados a la fuerza) decidimos que comer en ese restaurante no había sido para nada aburrido. También decidimos que ese cocinero sin duda se tomaba con frequencia tragos del vino para las salsas – a fin de asegurarse de su buena calidad, por supuesto.