Mi nuevo libro de modismos españoles sa abrió automaticamente y resaltó en la página la frase, “Su cocina es algo de sueño”. Diríase un mensaje personal, excepto que para nada podría aplicarse a mí. En cosas de cocina, conozco a fondo la teoría, pero el uso se me esacapa, y cada receta que pongo a prueba llega a ser una receta para el desastre. En verdad, mi cocina no es algo de sueño, sino algo de pesadilla.
Sin embargo, me encanta leer libros de cocina y recortar recetas. Pero al ver el tiempo de preparación sugerido, me río irónica. ¿ Cómo peuden calcular el tiempo que yo necesitaré? No saben que para alcanzar cosas en las alacenas, tengo que subirme a una silla. Tampoco saben que siempre escogo la marmita o la olla demasiado grande o pequeña, y que debo cambiar de batería a mitad de camino. No se dan cuenta que es menester, de vez en cuando barrer el suelo, antes de que los ingredientes que dejo caer sobre eso me llegaran hasta los tobillos.
¿ Cómo reaccionan mis invitados ? A decir verdad, es muy raro que me atrevo a convidar. Así mi principal cobayo es mi hijo, que se muestra comprensivo, quizás por estar acostumbrado. Aunque era muy joven, todavía se acuerda del único pastel de cumpleaños que le cocí al horno, y resultó parecido a una enorme cepa desequilibrada. Más recientamente le preparé sandwiches a la parrilla sin quitar el celofán de los trozos de queso. Por eso, si un plato sale bien, por casualidad, no puede ocultar su sorpresa, y me pregunta si lo compré en un servicio de comidas.
Como dije, está comprensivo, pero a veces tira indirectas. Un día, poco tiempe después de otra cena apenas comestible, me puse a limpiar la caja de la gata ( que tiene el nombre apropriado de Poopsie) y dije a mi hijo, en tono acusador, “Afortunadamente que yo me encargo de esta tarea, porque tu nunca tomas la molestia de hacerla.”
Me dejó callada su respuesta, “Si, madre para esa tarea tienas mucha aptitud.”