Mi hijo da clase a muchachos y muchachas entre doce et catorce años, la misma edad en la cual las hormonas se están agolpando en el cuerpo, causando trastornos inevitables.
Este verano, la familia de una de sus alumnas alquiló un apartamiento en nuestro edificio. Poco después sonó el teléfono una tarde, pero al contestar mi hijo, había solo el silencio, pues se cortó la comunicación. Sonó de nuevo y esta vez, en el fondo, escuchó una risilla y une voz joven cuchicheando : “cuelga, ahora.” Por curiosidad, marquó mi hijo *69, y mediante una lista que había obtenido antes en el Internet, se enteró de que las llamadas provenían de una cabina telefónica detrás del edificio. La misma tarde encontró, delante de la puerta, un fajo de páginas tiradas de revistas. En una página había una foto de Monica Lewinsky y en las pies de la foto la citación : “nunca soñaba con enamorarme de un presidente”. En otra página había una foto de dos escarabajos rojos, uno sobre otro, o probablamente une sobre otra, en una posición sugestiva. La fuente de las llamadas y de las páginas era evidente, pero por suerte, la fuente se secó inmediatamente.
Mientras tanto, mi teléfono también sonaba con frequencia, no para mí, sino para cierta “Monique”, Al investigar (tenemos los mismos genes, mi hijo y yo), aprendí que Monique pone anuncios en el periódico semanal “Eye”, que su número de teléfono es muy semejante al mío, y que es una she-male.
Al principio me contrariaban y aun me enfadaban esas llamadas. Pero, dado que la única solución era cambiar de número, lo que no tenía ganas de hacer, decidí resignarme a la molestia y dar a los llamadores el número correcto. Era cuando uno me preguntó: “¿Así, la conoce ?” que aprendí qué pronombre emplear para Monique.
Siempre son correctos los llamadores, aun él que volvió a telefonear para preguntarme si estaba libre, porque Monique estaba ocupada. Son, en efecto, tan agradables y agradecidos que casi ha llegado a ser un placer ayudarles- estaba al punto de decir estar a su disposición – aunque a veces me pregunto si de veras quiero pasar el tiempo haciendo de recepcionista sin pagar para una she-male.
En todo caso, por lo que puedo entender, y a juzcar por las llamadas numerosas que recibo para Monique, no es sólamente entre doce y catorce años que las hormonas desencadenan comportamiento extraño.