Siendo la isla francesa tan pequeña, todo el mundo regresa a casa para almorzar. Mientras comen, los isleños escuchan las noticias por radío y, para complementar, las informaciones locales. Éstas son por regla general muy rutinarias, – por ejemplo, la llegada a puerto del buque de abastacimiento. Pero un día nos comunicaron no solo que el buque había llegado, pero también que las encargadas habían, por error, congelado todas las legumbres frescas, sin hablar de los pollos vivos.
Al día siguiente nos anunciaron el robo de todos los puerros – unos siete ciento puerros – del jardín del obispo. [A proposito, los cuarenta y cinco agentes de policia franceses, esos buenos para nada, nunca detuvieron al ladrón. De ser ellos, me dije, habría buscando alguien con una sopera muy grande.] Durante ese mismo noticiero, el consejo municipal advirtió a la población que no debería comer los dientes de león creciendo alrededor del cementerio, porque los habían espolvoreado con insecticida. Me asombró mucho que hubiera genta golosa de ensalada proveindo de ese lugar pero, al reflexionar, me pregunté si no había un vínculo entre esas dos noticias fuera del común y lo de las legumbres congeladas por error. ¿ Y si algunas personas se habían puesto temporalmente locas a causa de una carencia de vitaminas?
En el curso de mi más reciente escala en la isla, esperaba escuchar otra nueva insólita, pero el único “notición” era que ahora había en el aeropuerto carros para las maletas de los viajeros. La utilidad de esos carros se me escapaba, visto que casi cada viajero llega al aeropuerto acompañado de toda su familia y la mayoría de sus amigos, todos capaces de echarle una mano. Además, la distancia entre la entrada y la mesa de recepción consiste a lo más en veintidos metros.
Así, a mi ver, esa nueva no era de gran interés. Sin embargo, como suelen decir los isleños, con una punta de sarcasmo, más vale escuchar eso que ser sordo.