Siempre envidiaba a las personas que bebían café, pensando que a veces me vendría bien el efecto estimulador, pero nunca lo bebía porque no me gusta. Tampoco bebía té. Sin embargo, después de leer varios artículos sobre las propriedades anticancerosas del té verde, comencé a tomar unos sorbos en restaurantes chinos, de las pequeñas tazas sin asas que los chinos suelen emplear.
Pues, tomando gusto a ese té, me compré un gran paquete. Pero, como no sé hacer las cosas con moderación, y me hago adicta muy rápidamente, me puse a beber dos o tres tazas de té cada día, y no de pequeñas tazas chinas. También me puse a pasar mucho tiempo en los servicios sin saber la razón, porque jamás se me había pasado por la cabeza que ese té es muy laxativo (quizás para contrarrestar los efectos contrarios tras comer mucho arroz). Me sentía como un trapo viejo hasta que até cabas y dejé de beberlo. Después de dos día, me mejoré.
Pero al tercer día me desperté hecha una arpía o más apropiadamente un dragón chino, exhalando fuego. Gritaba como una descosida y tronaba contra todo. La gata se ocultó detrás del sofá. Pues me eché a llorar a lágrima viva. “Es evidente”, dijo mi hijo, que no cupo detrás del sofá, “que estas padeciendo el síndrome de la abstinencia, por falta de cafeína.” Y tuvo razón.
Ahora estoy en mi estado normal, o lo que pasa por ser normal, la gata ha salido de su escondrijo, y aunque vendría mi alma al diablo por una taza de té chino, no me atrevo a beber una sola gota, siendo hoy en día una téadicta.
Para resistir a la tentación hice, con el resto del paquete de té, algo que casi nunca emprendo : limpié los pisos, porque según otro artículo de periódico, el té frío sirve para fregar los pisos de madera. A mi ver, los pisos no brillan más que antes, y después de tanto trabajo me quedé sin nada, excepto un fregasuelos irremediablemente manchado de té chino.
Génial ! C’est une histoire vraie? J’ai bien aimé les “services” pour w.c. Et le chat qui se cache et toi le fils qui “ne rentre pas derrière le canapé !