¿Quizás sea la culpa de los vídeos pero no les parecen que la gente se comporta muy mal hoy en día cuando va al ciné, confundiendo la sala de ciné con su propia sala de estar? Creo que puedo convercerles, por medio de algunos incidentes, que su comportamiento va de mal en peor.
El primer incidente ocurrió en el ciné Carlton cuando fui a ver “El Jardín Colgado”. En la sala había un anciano con un bastón negro. Al momento en que dos actores se besaron, ese anciano se levantó, agitando el bastón en el aire, y clamó : “Eso es un pecado y yo debería saberlo”. Pues se fue y nunca supe porqué él “debería saberlo”.
Otro incidente tuvo lugar cuando fui con mi hijo a ver una película tan popular que solamente dos asientos estaban vacíos, al lado de nosotros. Al ultimo momento llegó, con el acomador, una pareja mayor, él con un bastón. Me dije : “Un bastón ¡AY! Pero no puedo ser el mismo hombre porque es un bastón blanco de ciego. No es posible.” Sin embargo, era posible. El anciano era ciego y algo sordo. Se sentó al lado de mi hijo y su mujer comenzó a menudearle en voz alta lo que pasaba en la pantella.
Al salir pregunté, algo tonta, a mi hijo: “¿Te han molestado mucho?” ” No, ” repondió caústico. ” Fue un verdadera placer para mí. Además su aliento no olía a rosa y no dejó de darme golpes con su bastón. Eso es la gota que ha colmado el vaso, y nunca volveré al ciné. ”
No obstante, para ver Titanic decidió arriesgarse. Sin duda ya han adivinado que occurió otro incidente, y tienen razón. Por delante de nosotros un hombre chiflado se entusiasmó tanto por la historia que en cada momento de tensión se echó a chillar. Lo que chillaba era la palabrota que comienza por la letra “F”. Al fin alguien le dijo de callarse y se calmó. Sin embargo parecía estar loco por la abuela en la película y no pudo dominarse cuando ella reapareció. “Es granny. Es granny. Granny está de vuelta. ”
Una vez la película terminada, esperamos adrede en nuestros asientos para ver como estaba ese chiflado. Pasando al lado de mí, sonrió y guiño un ojo.
“¿Porqué esta sonrisa y este guiño?” Preguntó mi hijo. “No lo sé por cierto”, respondí, “pero salgamos por otra puerta. Me temo que me haya tomado por granny.”