“No pongas un sombrero sobre la cama; no abras un paraguas adentro de la casa; si vertes sal, echa unos granos por encima del hombro izquierdo.” Me tomó mucho tiempo dejar de hacer caso de esas advertencias maternales para desviar la mala suerte, y ahora no quiero tener nada que ver con la superstición.
Tampoco quiero tener nada que ver con las personas que se jactan de poseer poderes sobrenaturales. Sin embargo, como dicen, uno no puede escoger sus parientes, y un día llegó de visita en la isla francesa una cuñada que no había encontrado hasta entonces.
De buenas a primeras, Joséphine no me hizo buena impresión. Aunque su marido había muerto de un cáncer de pulmón, continuaba fumando, serviéndose del mechero del marido fallecido, y me dijo que, gracias a ese talismán, nunca padecería cáncer ella misma. Era evidente que su razonamiento era tortuoso, y que no había inventado la pólvera.
Pues me informó que podía ver el halo místico de las personas, y que eses halos eran de colores diferentes. Sentía que mi propio halo en ese momente debía ser muy rojo, – de ira y impaciencia. Cuando me aseguró para colmo que podía hablar con los muertos, me dio escalofríos. Desde entonces, trataba de evitarla.
Fue otra cuñada más sensata que me curó de mi aversión hacia Joséphine, al describirme la escena siguiente. Un día Joséphine y su hermana Magdalena, sentadas en la cocina, estaban tratando de recordar una receta de su madre difunta. Pues Joséphine afirmó que podría entrar en un estado hipnótico, ponerse en contacto con el espíritu de su madre, y así obtener la receta. Se tapó la cara con las manos, pareció entrar en trance, y recitó una lista de ingredientes, incluido tres cebollas. Al salir Joséphine del trance, Magdalena protestó, “Me parece mucho tres cebollas”. Con la cual Joséphine de nuevo se tapó la cara con las manos, entró en trance y rectificó, “tres pequeñas cebollas”.
Ahora no me escondía más al ver a Joséphine acercarse. Fingía creer todo lo que me racontaba mientras decía para mí, “tres pequeñas cebollas.” Era como emplear ajo en contra de un vampiro, aunque tampoco creo en vampiros.