A mi cuñado californiano no le gusta el frío. Es tan friolento que una brisa le hace temblar.
Después de jubilarse, este cuñado decidió pasar tres meses en Francia. Tomó algunas lecciones de francés, alquiló una villa en Provenza, y me invitó por el mes de noviembre. Sin duda se imaginaba sentado delante de un café, bajo un sol radioso, charlando con los nativos. La verdad se reveló muy diferente de sus sueños.
En Antibes, llovía cada día, una lluvia fría acompañada de un viento penetrante. Mi cuñado no podía gozar de la piscina, no podía comunicarse con la gente, y no podía comprender los programas en la televisíon. Por colmo, le robaron su chaqueta de cuero. Estaba de humor de todos los diablos. Después de una semana, hicimos el equipaje, incluso las piernas de madera, y nos largamos hacia nímes.
¿Las piernas de madera ? – Eran para mantener la forma de las botas altas de mi hermana. Mi cuñado, hombre muy meticuloso, había insistido en que mi hermana las comprara. Al verlas por primera vez, me dijeron grima, y cada vez me hicieron el mismo efecto.
En Nîmes hacía un frío de perros. Allí mi cuñado tenía a un medio hermano, Edgar, y Edgar tenía a una muy gran familia. Otro sueño de mi cuñado era poder hablar con esos parientes, porque es bastante sociable. Aunqué comprendía muy poco, no quiso admitirlo, y me decía : “No he comprendido toda la conversacíon. ¿ Puedes recapitularla ? ” Venía cansada de traducir durante cenas interminables. Al fin mi cuñado también estaba harto de no comprender, y casi helado por el frío. Después de la semana la más larga de mi vida, hicimos el equipaje y, las piernas de madera arriba, nos largamos hasta Paris.
En Paris, hacía más frío que desde hace veinte años, y las calles estaban pistas de patinaje. Mi cuñado se quejaba sin parar, pero se negó, siendo muy terco, a llevar un sombrero. “No soy hombre a llevar sombrero”. Por un instante tenía ganas de ponerle zapatos de cemento y de empujarle en la Sena. Por el contrario, mi hermana se compró “leg warmers” tan gruesos y tan amarillos que se parecía a Gran Pájaro de la Calle Sésamo. Al menos, no podía perderla en la muchedumbre.
El viaje terminado, salí de Paris, bastante contenta de regresar a un país cálido – el Canada. ¿ Pero, qué me pasaba ? Ya olvidaba todas las dificultades del viaje y pensaba solamente en los buenos momentos, porque después de todo, habíamos pasado buenos ratos juntos. Sí, echaría de menos a mi hermana y aún a mi cuñado, aunque en su caso, un poco menos. Quízas algún día echaré de menos hasta las piernas de madera, debido al paso del tiempo, pero no me parece probable.