La estrella de ciné Olivia de Havilland, tras pasar mucho tiempo en Francia, escribió un libro cuyo título era “Cada francés tiene uno”. No es lo que están pensando. Se trata del hígado, el órgano que es la preocupación predominante de los franceses.
En nuestra isla, a todos les gustaba comer y hablar de comer. Por una parte mientras comían hablaban de comidas anteriores; por otra, hablaban sobre todo de su hígado, de sus problemas de hígado, de sus “crisis” de hígado. Durante cada comida se entendían avisos tales : ” Mira por tu hígado. Sabes que es tu punto flaco.”
Un día, cansada de ese tema, solté sin pensar (como de costumbre) : ” Los canadienses nunca padecen del hígado.” Pues continué gozando de langostas con mayonesa, salmón ahumado, pan francés y mantequilla, champán y cogñac. Si hubiera sabido los resultados, habría dado siete vueltos a mi lengua antes de hablar.
Dos días después de mi declaración sufía dolores tan agudos como dolores del parto. Tenía que erguirme en la cama con los brazos cruzados sobre el viente. Era mi primera crisis de hígado. El tratamiento – inyecciones en la nalgas, y guardar cama. Mi dieta – caldo y pan duro, nada de grasa.
Al tercer día en la cama, traté de leer un libro que estaba sobre la mesa de noche. Relató la historia de Néel, el solo hombre que había sido guillotinado en la isla. Su crimen fue horrible. Había matado a un amigo; después había recortado y había comido – su hígado.
Un poco soñalienta, me eché a reflexionar sobre esa historia. Me pregunté qué es más doloroso, la guillotina o una crísis de hígado. Pues me pregunte si el amigo de Néel no le había vuelto loco por hablarle de sus problemas de hígado.
Al fin me pregunté si Néel habia sido el único francés que había tenido no uno sino dos … hígados por supuesto.