“Ahora vamos a hacer una escala, para ir a pie a ver el fuente de Trevi”, dijo nuestro guía Italiano. “No puedo ir a verlo”, mumuré a mi hermana. Es verdad que ya lo habíamos visto por dos veces, pero ese no era la razón para mi protestación. Era porque tenía tantas ganas de los servicios que sabía que el sonido y la vista de tanta agua podría causar un accidente ignominioso. “Sobre todo, no se alejen del grupo”, añadió el guía, como bajábamos del autobús.
Pero estuve obligada a alejarme, y a buscar por todas partes, casi deseperada. Al fin me fijé en un pequeño hotel, donde pude servirme de los retretes. ¡Qué Alivio! ¿Pero, ahora que deberíamos hacer ? ¿Continuar hasta el fuente? Y si el grupo ya había abandonado el lugar, o si habían decidido volver al autobús por otro camino. Marchamos al autobús y esperamos. Cuando volvió el grupo varias personas gritaron, “ahí están las perdidas”, y el guía parecía muy enojado con mí.
De nuevo subimos al autobús, y el guía continuó a chapurrear inglés, francés y español, muy orgulloso de ser lingüista. Varios franceses se burlaban de su acento en francés. “Afortunadamente, nadie nos comprende”, acababa de decir una francesa. Me preparaba para contradecirla cuando escuché al guía decir en inglés : ” A la derecha pueden ver el culo de Hadrian”, en vez de decir , “el caballo de Hadrian”, y me puse a reírme sin poder pararme.
Afortunadamente en este momento llegamos a nuestra residencia, Al Palazzo Velabro. El guía salió. Aunque el estribo del autobús era muy alto, no hizo ningún esfuerzo para ayudarme a bajar, porque ahora no podía verme, ni en pintura, y admito que en este caso llevaba toda la razón.