A mi tío Guillermo en la aldea, le encantaba bailar cuadrillas y jugar a las naipes. También, cada año sembraba un gran huerto, y como era todo corazón, le gustaba regalar la cosecha a sus amigos y vecinos.
Para mi tío, dos cosas eran sagradas : las partidas de cartas y el partido Liberal. Una vez esas dos pasiones originaron un lío breve entre mi tío y mi madre.
Ocurrió así. Una prima estando de visita, mis padres convidaron a mi tío. Durante la cena, la prima dijo tanto mal del partido Liberal que a mi tío se le estaban hinchando las narices. Pues, después de la cena, echaron una partida de bridge. Tocó entonces a mi madre fastidiar a mi tió. Para señalar a la prima, su pareja en la partida, que tenía muchos corazones, se pusó a silbar la canción “mi corazón partenece a papá.” Para mi tió eso fue el colmo. Estaba echando chispas. Se negó a continuar la partida, y se fue de la casa, rojo de ira, y tronando contra “malditas tonterías.”
Antes de cenar, mi madre había pedido a mi tió que le trajera un manojo de remolachas como regalo para la prima, a quien gustaban mucho. Dado el humor de perros de mi tío cuando había salido, mi madre tenía muy pocas esperanzas a recibirlas. Sin embargo, al día siguiente, mi tío entró en erupción, echó un enorme manojo de remolachas sobre la mesa en la cocina, y con voz fuerte dijo a mi madre : “aquí tienes tus remolachas, y Dios es mi testigo que son remolachas sumamente Liberales.” Sin una palabra más, se fue de nuevo.
Aunque eran rojas, y el rojo es el color simbólico del partido Liberal, no creo que esas remolachas fueran Liberales empedernidas. Pero puedo dar por seguro que eran deliciosas.