Una estancia reciente en San Francisco me recordó el terremoto de 1989. Cuando al fin mi hermana logró telefonearme desde allá, la interrogué de cerca. ¿ Donde estaba cuando el terremoto tuvo lugar ? – Acababa de atraversar el puente que se rompió quinze minutos después, tragando coches y conductores. ¿ Que hacia en la ciudad ? – Fue alli a hacer un recado para mí. ¿ Donde estaba al momento mismo que la tierra su puso a temblar ? – Estaba delante de la puerta de la casa, con su gata.
Era la costumbre de Kitty, la gata al nombre original, de delizarse entre las piernas de todo el mundo para entrar, triunfante, la primera en casa. Pero aquella vez, aun antes de que mi hermana sintiera el movimiento de la tierra, Kitty no quiso entrar.
Ferdie-Birdie, la cacatúa fea y genosia, empleó el estrategia de las cacatúas para librarse de los predatores : dejó caer su cola, pareciendo aún más fea que ordinario.
¿ Mi cuñado ? – Se fue al instante del despacho, llegando a casa en tiempo récord. En este momento de la historia, los acontecimientos llegaron a ser menos claros. Mi cuñado se empeña en que su sola preocupación era por su esposa. De su lado, mi hermana insiste en que su primera preocupación era por su bodega en el sótano, y después por los cimientos de la casa.
Kitty no volvió a entrar en la casa antes de dos meses, y entonces se acostumbró a dormir sobre la cama de mi hermana, que jamás solía hacer en otro tiempo. En cuanto a Ferdie-Birdie, su cola creció de nuevo, y parecía un poco menos fea. Mi hermana y su marido todavía disputan sobre cual era la verdadera preocupación de mi cuñado. Y yo nunca más pedí recados a mi hermana, al menos recados que la obligarían a ir a la ciudad. Ya tenía la concienca bastante cargada.