Siento decirlo, pero en mi opinión nuestra profesora a veces nos da explicaciones incompletas, así llevándonos por mal camino.
Por ejemplo, nos dijo que el sufijo “ita” o “cita” indica pequeñez, y también puede expresar cariño o, al contrario, desdén. Fiándome en su ensañanza, decidí que la palabra “mamacita” debe hacer referencia a alguien como yo, porque soy mamá y soy pequeña. ¿En este caso, cómo explicar el incidente siguiente ?
El otro día un hombre español se paró en seca delante de mi hija y yo, abrió tamaños ojos, y exclamó “¡Mamacita!” Era evidente por el tono que no hablaba a mí, sino a mi hija.
La profesora nunca nos dijo que “Mamacita” también puede ser un piropo. Eso es la prueba que hay largas lagunas en sus explicaciones. Sin duda, se declarará no culpable, pretextando que es imposible revelarnos todos los detalles, todas las interioridades de su lengua, durante dos horas por semana.
Esta vez, y sólo esta vez, voy a aceptar su disculpa, porque admito que aquel día me mostré más negligente en mis deberes que nunca ha estado la profesora.
Mientras mi hija se ponía pudicamente la chaqueta que acababa de quitarse a causa del calor, y salía de su bolsa sus gafas de sol, ¿Qué hice yo ? Pues bien, ese piropo me pareció tan espontanéo y más sentido (sobre todo comparado con las furtivas miradas de reojo de muchos otros varones) que me puse a reír sin parar, poniéndome en ridículo el la calle pública.
Pobre de mi hija, cargada con tal madre. Estoy segura que expresaba más bien desdén que cariño cuando me dijo, “Cállate, mamacita.”