Un viaje en transatlántico era una experiencia maravillosa, al menos si uno no tuviera mala racha, como tuve yo.
Cuando tomé el buque “Isla de Francia” de Nueva York a Francia, en su último viaje transatlántico (no por mi culpa se lo juro) mi mala suerte comenzó cuando me mareé aun antes de que el paquebote saliera del puerto, y durante un buen rato vivir o morir me daba igual. La posibilidad de mareo era un gran inconveniente de eses viajes.
Otro inconveniente, para gente impaciente, era la duración de las travesías, pero aunque el buque tardó ocho días en llegar a tierra, en cambio había pasatiempos de toda clase: concursos, natación, bailes, juegos, cine. No siendo ni deportista ni de concurso, decidí aprovechar del cine diario para mejorar mi francés, pero otra vez tuve mala suerte. Todas las películas eran o películas del oeste con muchas armas de fuego y muy poco diálogo, o películas muy antiguas con diálogo bastante difícil a deslizar en una conversación, como esta frase de la cual todavía me acuerdo: “Hace mucho tiempo que el señor marqués y la señora marquesa no ha gozado de los placeres de la carne.”
Sin embargo, esa frase me recuerda un ventaje indiscutable y muy agradable de viajes en transatlánticos, es decir los flirteos y los líos amorosos que todo fomentaba, desde la sensación de vivir en otro mundo sin inhibiciones ningunas, hasta la luz romántica de la luna arriba del océano. De nuevo, no tuve suerte, mi más rendido admirador siendo el mayordomo, un viejo verde, cargado de preparar los baños en cubículos para la segunda clase. Cuando me pidió encontrarlo por la tarde en la cubierta, luna romántica o no, no estaba tan lunática para consentir. Además, lo sospechaba de ser un mirón, y por eso siempre buscaba mirillas en las paredes del cubículo, y terminaba de bañarme en menos que canta un gallo.
Pensándolo bien, quizás más valga cruzar el océano en avión. Por lo general, uno no se marea en avión. El viaje no es divertido, pero es rápido. Y si uno quiere líos amorosos, parece que hay “mile high clubs” para gente muy osada, pero de eso no tengo experiencia. Soy de la generación de los transátlanticos, aunque afortunadamente, no bastante anciana para haber viajado en el Titánico, dado mi mala racha en Transatlánticos.